La variedad de naves existentes en la galaxia era tan grande como la de especies y criaturas que la habitaban y que podían ponerse a sus mandos. Una variedad que debía adaptarse a los gustos de todo tipo de clientes potenciales, lo que llevaba a los diferentes fabricantes de naves estelares a diversificar sus líneas todo lo posible si querían mantener la rentabilidad de sus productos. Sin embargo, una vez una nave salía al mercado, el fabricante dejaba de tener control alguno sobre la unidad, y muchos eran los viajeros estelares que adaptaban todo tipo de modelos para sus propósitos personales, transformando cargueros o naves de línea en embarcaciones piratas, de guerra o de contrabando: mejoraban el blindaje o los escudos, reemplazaban los hiperimpulsores por otros más potentes o introducían nuevo armamento para protegerse de cualquier amenaza que pudieran encontrarse en el espacio. A menudo, el principal reto para esos viajeros independientes era hallar piezas de reemplazo para esas naves personalizadas, que acababan siendo tan diferentes de sus modelos originales que solo sus propietarios eran capaces de manejarlas con garantías. En todo caso, hubo naves que siguieron cumpliendo el papel para el que habían sido diseñadas hasta el día en que serían enviadas al desguace.[1]